lunes, 3 de diciembre de 2012

seistreinta


Son las seis treinta de la tarde, ese momento del día cuando muero un poco por besarte el cuello y contarte lo bien que se me da llegar a casa y encontrarme con tu sonrisa, todos los días.
Que a esa hora siempre me dan ganas de desvestirme frente a ti, que es la hora exacta para morderte los labios y si la puesta es lo suficientemente bella, susurrarte que te quiero, que te quiero mucho a las seis treinta de la tarde, de este invierno.
Me aseguro de abrazarte, fuerte, tal vez hasta que el reloj anuncie las siete y me de por observar la luna, dejarte con el ordenador y tus cosas, mientras yo decido hacer las mías.

Son las seis treinta de la tarde, y a esta hora siempre son bien recibidos los abrazos, por aquello del hueco que existe entre mis brazos

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