lunes, 28 de enero de 2013

Musiquita y una sonrisita


Bailar hasta las 6 am, bailar mientras las luces prenden y apagan, mientras el dj hace con tu cerebro (o lo que queda de el) lo que le da la gana, mientras te ausentas de toda realidad, mientras le sonríes al de al lado y bebes de tu vaso un trago.

Bailar hasta las 6 am, para sufrir  al rato, porque  te dolerán las pantorrillas, se te hincharan los pies y recordaras la parte interior de tus muslos; porque ya no tienes 19, y no es posible despertar como sin nada, como nueva, la tarde del domingo después de tanta fiesta.

Bailar hasta las 6 am, sintiendo que te brinca el corazón, que las paletas después de las 3 am saben siempre mejor y que a pesar de una semana de la chingada,  y de una vida alejada de todos tus sueños, aun te queda esto… bailar, bailar hasta las 6 de la mañana, hasta las 10 o hasta que te de la gana.

Porque ríes mientras bailas, porque dan lo mismo los viajes al este y al oeste que no has realizado, porque no importa que el de la sonrisa tímida no quiera estar contigo, porque te olvidas que tu trabajo es una mierda, que las sábanas siempre están frías y no hay a quien ponerle los pies encima, porque no importa que en el banco sólo queden 200 pesos para soportar la semana… porque nada de eso importa mientras bailas. 
Porque al final la música hace lo suyo y tu eres feliz, cuando bailas.

jueves, 17 de enero de 2013

Mala costumbre


Es esta mala costumbre de buscar pájaros de alas lastimadas, el gusto absurdo por curarles y acompañarles hasta verlos volar, con otros, dejándome (a mi) atrás.

Un extraño placer en creer que puedo desenredar la maraña de hilo que lleva años convirtiéndolo en el (absurdamente atractivo) individuo acorazado que es hoy en día.
La contradicción cotidiana de un: no me quieras, para que yo quiera quedarme.
La contraindicación: el seguir buscando quien me rompa la madre, el corazón y el alma; porque al parecer… no han sido suficientes.
Y a estas alturas dan lo mismo todos los medicamentos, las reuniones con café y la alcohólica anestesia.

Fue la mala costumbre de mi corazón adolescente (una vez más), la que me deja escribiendo a media noche, viseras en mano y mejillas cubiertas en llanto.

domingo, 6 de enero de 2013

Martes, el día para bailar (contigo)


Martes,  el mejor día para encontrarte, para fumar mientras observamos la ciudad, sus luces y su prisa, en contraste con el cielo y su tranquilidad.
Un día que no es principio y no es final,  pero es perfecto para bailar. 
Un día  para provocarte sonrisas, para cerrar los ojos y desear que se detenga el tiempo.
Un día en el que descubro que mientras me quitas la ropa, me quitas los miedos.
Un día en el que para bailar contigo, cualquier ritmo es perfecto.
Martes, el día para tomarte la mano y perder la cabeza, para fumar viendo la nada y dejar que se vaya la conciencia en el humo de olor a marihuana.

La primera del año.


Tarde de sábado para ver pelis.
Tarde nublada para permanecer en cama, para descubrir que a ratos duermes porque al parecer el filme es muy lento (para tu gusto al menos).
Tarde de sábado para descubrir que disfruto mucho el que estés aquí, para escuchar discursos renovados que prometen felicidad para los próximos meses, mientras narras lo mucho que extrañas  mis ojos (cafés) y poner música (cualquiera) para verme bailar.
Películas recomendadas por estrellas doradas, de las que nunca vemos el final porque decidimos descubrir si seguimos funcionando como una (sola) maquina, buscando sincronizar a un acelerado ritmo nuestra respiración... hasta caer dormidos (rendidos de tanto cariño).
Tarde de sábado,  la primera del año.
A mi me  parece maravilloso que sea invierno, que el aire helado recorra la recamara erizando mi piel y enfriando tu nariz.

Te marchas mañana y yo bajo la sábana cruzo los dedos (con todas mis fuerzas) para que esta vez... no te vayas.


Debate


Que no tiene nada de especial tener lunares en el cuerpo, que siempre digo lo mismo cuando le descubro el cuello, que da igual si al unirnos parecen la osa mayor, menor o cualquier constelación. (eterno debate de las once pe eme).
Aquel de ojos tímidos y casi sonrisa,  no quiere oír de mi fascinación por el universo, no quiere saber si los lunares que le adornan son la más importante razón para caer rendida sobre su espalda cuando la descubro.
El sólo sabe que muere por besarme el cuello,  el mío tan común, sin osa mayor.

Algunos cuentos


A veces dejo de verte y te escribo un cuento,
Después de algunos días te encuentro y se me rompe algo por dentro.
Me acobardo... y luego no se que hacer con tanto texto.