Que no tiene nada de especial tener lunares en el cuerpo,
que siempre digo lo mismo cuando le descubro el cuello, que da igual si al
unirnos parecen la osa mayor, menor o cualquier constelación. (eterno debate de
las once pe eme).
Aquel de ojos tímidos y casi sonrisa, no quiere oír de mi fascinación por el
universo, no quiere saber si los lunares que le adornan son la más importante
razón para caer rendida sobre su espalda cuando la descubro.
El sólo sabe que muere por besarme el cuello, el mío tan común, sin osa mayor.
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