Es esta mala costumbre de buscar pájaros de alas lastimadas, el gusto absurdo por curarles y acompañarles hasta verlos volar, con otros, dejándome (a mi) atrás.
Un extraño placer en creer que puedo desenredar la maraña de hilo que lleva años convirtiéndolo en el (absurdamente atractivo) individuo acorazado que es hoy en día.
La contradicción cotidiana de un: no me quieras, para que yo quiera quedarme.
La contraindicación: el seguir buscando quien me rompa la madre, el corazón y el alma; porque al parecer… no han sido suficientes.
Y a estas alturas dan lo mismo todos los medicamentos, las reuniones con café y la alcohólica anestesia.
Fue la mala costumbre de mi corazón adolescente (una vez más), la que me deja escribiendo a media noche, viseras en mano y mejillas cubiertas en llanto.
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