Domingos casi eternos, repletos de cama y llenos de nada.
Atrincherados entre almohadas y sábanas; proclamándome, en una frenética guerra de costillas, conquistadora de tu magnífica espalda y el lunar que se esconde entre tu mirada…
Y la verdad es que sólo quiero que tus ojos tímidos despierten aquí, conmigo el resto de la semana...¡No te vayas!
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