A las 7
de la tarde tuve ganas de brincarte encima, derribarte y contarte, nariz con nariz, algunos de nuestros
secretos, como que aún cuando prefieres dormir sin abrazos
siempre amanezco rodeada por tus brazos, pero me muevo con cuidado para no despertarte;
que siempre te dije que no soportaba el ruido mientras duermo, pero aquellos
que tú haces por la noche son la paz que necesito para conciliar el sueño y con la voz algo quebrada sólo pude decirte, asegurarte, que la vida
entre dos es mejor.
Tu
terminas de llenar esas maletas mientras repites una y otra vez que ahora tú y
yo no podemos seguir formando ese entero, y me llenas la cara de besos,
mientras las lágrimas escurren por mis mejillas y terminas despidiéndote de mi
cuerpo, de mis besos y del que hasta hoy fue nuestro colchón.
Te marchas
dejando una bolsa de dulces y una nota:
-Que todos estos quiten el sabor amargo que
te dejo-
La vida debería darme costales de dulces, si va a
ensañarse así conmigo; pienso al tiempo que le quito la envoltura a una paleta.
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