Suspiramos
y seguimos respirando…
Reconociendo
en ese sutil y vital acto involuntario,
la magnitud del escenario al que le aportamos nuestro ser como un
detalle mínimo, imperceptible para el
resto de todo lo que debe haber más allá.
La
ventana, estática, mostrándonos todo eso que pasaremos admirando el resto de
nuestras vidas, haciéndonos casi siempre las misma preguntas, respondiendo que
no conocemos la respuesta; discutiendo porque yo apuesto por un universo creado
al gusto de mis fantasías, mientras tú defiendes el infinito que te han
enseñado la ciencia, los satélites, los astronautas y tus viejos libros de la
NASA.
Con calma
y cigarros, después de mucha charla terminamos en la cama, tumbados, mirando la
ventana, preguntándonos si habrá forma alguna de conocer todo eso. Si algún día
seremos capaces de navegar el espacio, de embarcarnos entre las estrellas y la
nada.
Suspiramos
y seguimos respirando, mientras se repite en el ordenador el mejor disco de The
National
Me abrazas
y con discreción me quitas las bragas, reímos, nos besamos y olvidamos si el
cosmos se conforma de galaxias, planetas y polvo cósmico.
Al final
sólo importa que estemos felices en la cama, nosotros dos.