La desesperación llega acompañando a la resaca. Los nervios de perdernos después de todo eso, mordernos las uñas ante el miedo de que por culpa de aquel desenfreno sea imposible recuperarnos, que todo lo que trabajamos los últimos meses se vaya al carajo, porque nos descubrimos incapaces de establecernos, escondiéndonos en el egoísmo, ante la máxima moderna de: “no somos nada”.
Sin embargo después de esa noche nada regreso a su lugar y al final tuvimos el pretexto para no perder lo que nosotros llamamos libertad y el resto del mundo conoce como soledad.
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